lunes, 15 de febrero de 2010

Ser romántic@ y no fastidiarla en el intento

En el post-valentín he reflexionado sobre los menús que se han compartido en amor y compaña en este día de los enamorados. Pero lo que me hacen pensar es que o no conocemos a quien tenemos enfrente o, sencillamente, no queremos conocer.
Por aquello de la crisis, es mejor comer en casa que dejarse los cuartos en un restaurante. Además una cena íntima tiene su punto y puede ser espectacular… o un desastre.
Vamos a verlo en detalle. Cosas que NO se deben hacer, a pesar de lo que te digan:
Elegir alimentos afrodisíacos, para empezar porque, en general, son leyendas urbanas y no existen (a veces pienso que es una especie de artimaña de las madres para que comamos alcachofas).
Innovar: este no es un buen momento para ser creativo. Es mejor ir a lo seguro: por muy bien que te suene “ensalada de mango, queso de cabra y bacalao” en el momento en el que te dispones a preparar algo que no sea lo de siempre.
Comer marisco. Este apartado depende del grado de confianza que se tenga y también de la habilidad de cada cual. Personalmente a mí no me resulta cómodo pelar una gamba delante de alguien con quien no tengo confianza (aunque si llevas 10 años con alguien, esto puedes obviarlo), aparte del sinfín de posibilidades de accidente y mancha que ofrece en general el marisco.
Un último consejo (o lo que SI debes hacer): "mirar" a quien tienes enfrente (y ver lo que tienes enfrente) para elaborar un menú acorde con esa persona. Es cierto que las apariencias a veces engañan, pero normalmente no. Es decir, si es una sílfide y nunca le apetece comer por ahí, etc… el asado no es una buena opción (créeme, ni en casa ni fuera de casa) y, viceversa, si tiene pinta de venerar del cerdo hasta los andares, lo que no se plantea como acierto es el menú vegetariano.

Esto, más que en gastronomía, me hace pensar en que a veces, nos importa tres pepinos lo que el otro nos está intentando decir: en la mesa y en cualquier sitio.

4 comentarios:

  1. Pero que clarita eres Belén!... gracias por los consejos... aunque son lógicos, no viene mal que nos los recuerdes.
    Respecto a las alcachofas... si son las del Pimiento Verde no me importa comerme mil.
    Besos

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  2. Cuando ponía calamares en su tinta, mi madre siempre decía: "Este es el tipo de platos que uno sólo puede comer en casa, en confianza", mientras todos asentíamos con la cabeza, la boca cerrada y los dientes negros. Pero es cierto que, en una cita romántica, la casa de uno se convierte en una ventana gigante a la propia intimidad. No es el momento de experimentos ni exotismos.

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  3. ¿Y en los restaurantes? Por mi trabajo, estoy más que acostumbrado a compartir mesas de postín con todo tipo de comensales: fuentes periodísticas, colegas de profesión, anunciantes, lectores... Pero en el fondo, esta costumbre tan extendida de firmar negocios sobre el mantel no es de mi agrado. El camarero/a interrumpe en el momento más interesante de la conversación, no se puede (ni se debe) hablar mientras se mastica... Detesto también los restaurantes ruidosos y llenos de humo.

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  4. ¿Y los comensales? Mucha gente cena con otra y no se mira a los ojos en toda la velada. Definitivamente, la comida distrae. Yo tengo la firme convicción de que las cenas/desayunos/comidas formales se inventaron para la gente que no se atreve a sentarse frente a frente y hablar, sin necesidad de poner algo que comer como excusa. Una cena romántica debe ser otra cosa, en la que cada plato no debe ser un medio para conseguir algo, sino un fin (de disfrute) en sí mismo. Y ahí va una confesión: por muy apetitoso que sea el plato, en casa propia o ajena, si la compañía es buena (y la conversación también), yo soy de los que está deseando terminar el postre y pasar proseguir cuanto antes en un cómodo sofá...

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