miércoles, 17 de febrero de 2010

El mejor plan para el mejor domingo...

Siempre que alguien viene de fuera intento llevarlo por ahí a dar vueltas por el centro... nunca se sabe por dónde (hay tanto que pasear en Madrid) lo que sí me gusta tener claro es el destino; será por aquéllo que dicen de que al tiene un por qué no le importan los "cómos". Mi "por qué", aunque sea raro, es un bocadillo de calamares... Destino Plaza Mayor, caña alta y bocadillo de calamares.

lunes, 15 de febrero de 2010

Ser romántic@ y no fastidiarla en el intento

En el post-valentín he reflexionado sobre los menús que se han compartido en amor y compaña en este día de los enamorados. Pero lo que me hacen pensar es que o no conocemos a quien tenemos enfrente o, sencillamente, no queremos conocer.
Por aquello de la crisis, es mejor comer en casa que dejarse los cuartos en un restaurante. Además una cena íntima tiene su punto y puede ser espectacular… o un desastre.
Vamos a verlo en detalle. Cosas que NO se deben hacer, a pesar de lo que te digan:
Elegir alimentos afrodisíacos, para empezar porque, en general, son leyendas urbanas y no existen (a veces pienso que es una especie de artimaña de las madres para que comamos alcachofas).
Innovar: este no es un buen momento para ser creativo. Es mejor ir a lo seguro: por muy bien que te suene “ensalada de mango, queso de cabra y bacalao” en el momento en el que te dispones a preparar algo que no sea lo de siempre.
Comer marisco. Este apartado depende del grado de confianza que se tenga y también de la habilidad de cada cual. Personalmente a mí no me resulta cómodo pelar una gamba delante de alguien con quien no tengo confianza (aunque si llevas 10 años con alguien, esto puedes obviarlo), aparte del sinfín de posibilidades de accidente y mancha que ofrece en general el marisco.
Un último consejo (o lo que SI debes hacer): "mirar" a quien tienes enfrente (y ver lo que tienes enfrente) para elaborar un menú acorde con esa persona. Es cierto que las apariencias a veces engañan, pero normalmente no. Es decir, si es una sílfide y nunca le apetece comer por ahí, etc… el asado no es una buena opción (créeme, ni en casa ni fuera de casa) y, viceversa, si tiene pinta de venerar del cerdo hasta los andares, lo que no se plantea como acierto es el menú vegetariano.

Esto, más que en gastronomía, me hace pensar en que a veces, nos importa tres pepinos lo que el otro nos está intentando decir: en la mesa y en cualquier sitio.